Merkabah: de tolva a motorhome

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La fiel Africa Twin estaba hace tiempo pidiendo que le cambiara los rodamientos del eje de la horquilla de dirección, y más recientemente y con urgencia, un cambio de cadena. También por esos días llegó a Chile otro paquetito, de Inglaterra esta vez, con los repuestos esperados. Pensé que era el mejor de los momentos para encargarme del asunto así es que le pedí autorización a Carmen para trabajar en el living y empecé a desarmar la moto esa misma tarde. Nuestra vida es bastante simple y ocupamos raramente ese espacio así es que no era gran problema mantener la moto ahí por un tiempo. La nana no pensaba lo mismo, sin embargo.



La niña grande no se veía muy contenta, desnuda ahí en el medio de la casa, pero al menos estaba protegida, seca y en un ambiente cálido, y yo estaba a salvo de la interferencia causada por los perros que viven afuera en el patio. Aproveché de cambiar el líquido hidráulico a las horquillas delanteras, de cambiar la cadena y limpiar cada componente a mano con atención y esmero.



En el taller, le dimos una tercera y una cuarta mirada a las crucetas y Eduardo propuso apretarlas un poco en el tornillo del banco para ver si no era cuestión de ajuste y entonces sí dieron la medida del fabricante, la justa para las manos de los semiejes y el cuerpo central de la homocinética no original, obviamente de la misma marca de las crucetas nuevas. Bien. Habíamos resuelto la mitad del problema ya que aún seguían siendo muy largas para las homocinéticas originales Mercedes y no había caso de poder instalar los seguros Zegers en las ranuras ad hoc. Entonces Eduardo dijo a la cresta los seguros y mejor poner una golilla soldada a la mano para bloquear la cruceta. Simple y brillante solución, usada con frecuencia cuando los bordes de las manos están golpeados y deformados por las piedras del camino.

Así, tomé la pieza central de la homocinética no original y el semieje corto, todo de la misma fábrica de las crucetas como dije, e instalé la primera de las crucetas. Fue un verdadero alivio verla puesta después de tanto cabreo. Me costó un poco instalarla sin prensa, pero encontré que era más seguro. Cuando terminé ya era tarde así que lo dejé hasta ahí y me fui a casa contento, muy contento.



La alegría me duró hasta que abrí la caja con los repuestos para la Honda. Los rodamientos de repuesto eran distintos el uno del otro y las copias de las llaves no correspondían al modelo tampoco. Lo único que venía bien era el protector plástico de la horquilla delantera izquierda. Hmm… Las pistas de los rodamientos viejos estaban muy marcadas así es que no había más que cambiarlos a como diera lugar, así que la búsqueda de los raros rodamientos perdidos comenzó. Eduardo los identificó e hizo las averiguaciones correspondientes ya que el representante Honda decía que estaban agotados incluso en Japón. La moto debería permanecer en el living hasta que llegaran de Santiago. No hay problema… dijo Carmen.





En el taller, al día siguiente, me pasé la tarde entera instalando la cruceta siguiente, y así quedó armado el palier o semieje del lado izquierdo del diferencial. Trabajé con mucha calma para no dañar las manos ni las delicadas pistas de las crucetas. Todos los eventos adversos relacionados con la postura de las crucetas acabaron sucediendome, incluyendo la luxación de los polines y otros etcétera, pero perseveré y al final del día la cosa quedó lista. Bien.



El fin de semana llegó y, como prefería trabajar en el camión teniendo a Eduardo al lado por si tenía problemas, decidí esperar a la semana siguiente a que estuviese disponible y continuar con la limpieza de la Africa Twin, trabajo sucio pero recompensante. El domingo por la mañana salimos a recorrer los cerros aledaños, reverdecidos después de las lluvias, pero yo pinché y a la moto de Eduardo se le murió la batería sin decir adiós siquiera, así que la vuelta fue más corta de lo esperado.



El lunes terminé de instalar las últimas dos crucetas y ya di por terminado el cuento. La siguiente sesión fue dedicada a comprar y a soldar las golillas más apropiadas como seguros. Un poco de esmeril y ya estuvo.

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Lo siguiente en la lista era reemplazar las pistas internas de los semiejes, lo que a lo mejor hubiese sido más prudente hacer antes, pero prefería manejar los pesados semiejes con las pistas viejas para no dañar inadvertidamente los nuevas. Sacar las pistas usadas fue relativamente sencillo pero lento ya que no quería dañar los palieres con el esmeril angular. Me tomó todo el tiempo que tenía disponible esa tarde.



A la siguiente sesión calenté una de las pistas en aceite a poco más de 100°, como dice el manual, y la traté de llevar hasta el fondo, sin llegar siquiera hasta un cuarto del camino. Plop. Necesitaba una mejor herramienta y más manos.



Cuando estaba recolectando los pedazos de fierro para fabricar un percutor más adecuado llegó el momento de partir. Por fortuna Eduardo había conseguido los rodaminetos para la horquilla de la Africa Twin así que de un manotazo los agarré antes de irme.

Esa tarde y toda la noche tuve mucho trabajo así que el sábado aproveché y me levanté tarde y dediqué el día al armado de la moto, la que cumplía ya dos semanas estacionada en el living. Los rodamientos se ajustaron y funcionaban a la perfección así que fui poniendo cada cosa de vuelta en su lugar hasta que la moto estuvo armada pasada la medianoche. Nunca había estado tan limpia.





Cuando llegó el momento, al lunes siguiente, fabriqué un percutor con un par de tubos de acero y con una de las pistas viejas y pasé a buscar al Maestro Chaleco para que me diera una mano. Chaleco conoce bien su oficio así es que él calentó las piezas de manera que pude llevarlas a su posición sin sobrecalentarlas. No fue fácil, pero al final las pistas estuvieron listas y yo me quedé feliz pero agotado. Cubrí todo con plástico, dejé a Chaleco en su casa y me fui a cenar fuera con Carmen.




Camino al restaurant revisé el Whatsapp, cosa que hago de vez en cuando, y me enteré de muy buenas noticias: los paneles para fabricar la Caja de la Merkabah habían llegado esa mañana y estaban en el patio de entrada de los Casale en Santiago. Esas sí que eran buenas noticias. Después de casi dos años de trámites, planes, diseños y correos de acá para allá y de allá para acá los paneles estaban finalmente en Chile. Bien, pero al ritmo que avanzaba con el camión no tenía para cuando empezar a preocuparme de armar la Caja.

[pairospam]

Con los semiejes casi listos ya tenía que pensar en instalar los pasadores nuevos en las manos de los ejes y, aunque el manual no dijese nada al respecto, pensé en tener un poco de ayuda con la gata hidráulica y el rudimentario engendro que armé para sacar los pasadores viejos. Como la barra transversal pasó a mejor vida junto con el pasador me puse a buscar un reemplazo y terminé cortando el vástago de un amortiguador McPherson dado de baja que penaba en los recovecos del taller. Funcionaría a la perfección como contrafuerte para el efecto prensa, pero las patas de sujeción de la improvisada prensa quedarían demasiado cortas para alojar el pasador. No problema! Un poco de esmeril, disco de corte, pedazos de Repuesto, la mágica soldadora MIG y la prensa estuvo su lista.





Decía que los palieres estaban “casi” listos porque a uno de ellos se le soltó una de las arandelas de tope cuando estaba sacando las crucetas. En algún pasado incierto alguien las había soldado a la mano y yo tenía que volver a soldar la que se había soltado. Hice mi mejor esfuerzo para que quedara perpendicular al eje del palier y creo que quedó tan bien como era posible, teniendo en cuenta que ya estaba algo deformada por el calor de la primera sodadura. En fin…




Y pasó otra semana con escasos avances, como verán. Tiempos muy, pero muy ocupados. Ese domingo Eduardo y yo nos fuimos a dar una pequeña vuelta en moto, haciendo honor a la promesa de dejar los domingos solamente para el ocio, las motos y la familia. La naturaleza ya había despertado con la tan esperada carga de agua de las semanas previas y bajaban chorrillos cristalinos allí donde solo hubo quebradas secas los últimos ocho años. Una carpeta verde cubría ahora los eternamente polvorientos cerros alrededor de San Felipe. Fue un buen paseo, y Eduardo se había ido convirtiendo de poco a poco en otro adicto a las motos.



De vuelta en el taller las expectativas eran grandes. El manual decía que había que colocar el pasador inferior nuevo una vez los semiejes y los muñones estuviesen ya su posición, fijos con el pasador y los brazos de dirección superiores apernados y listos, y eso era realmente complejo ya que ayudarse con la prensa era muy difícil una vez que todo estuviese armado. Hmm… Cuando estábamos sacando los pasadores Stefan fue capaz de sacar los semiejes y el muñón de dirección con el pasador puesto, al menos el del lado izquierdo. Quizá que también pudiese instalarse siguiendo el orden inverso con el pasador nuevo puesto previamente. Me gustaba mucho más esa idea así que pensé en que valía la pena probar.

Cabría el muñón con el semieje y el pasador puestos? Era capital averiguarlo así que lo primero era poner los semiejes en el diferencial. Nunca llegué a saberlo ya que los palieres no entraron completamente y la mitad de las pistas quedó expuesta, a ambos lados del eje, no entendí por qué. Eduardo sugirió que podría ser debido a que no había accionado el bloqueador diferencial, como decía el manual.




Saqué el switch del testigo y cargué el cilindro actuador con un perno que naturalmente tuve que salir a comprar especialmente, pero no cambió nada: los palieres no entraron. Sería acaso que las pistas interiores nuevas, recién colocadas, se hubiesen expandido mucho al instalarlas? Cristo! Qué más pasaría ahora?



El tiempo corría y tenía que ir a prestar ayuda a un colega así es que maldije como un viejo italiano y cubrí todo con la película de plástico. Me sentí frustrado porque parecía que no iba nunca a poder armar el bendito eje delantero, pero al poco rato se me pasó y volví a sonreir pensando en otros temas más felices. No me la iba a ganar esta cuestión, no señor…



Pasaron varios días antes de que pudiese siquiera acercarme al taller y continuar con la cosa del eje delantero. Para variar el pronóstico del tiempo le erró con manga y no llovió ni una sola gota. Fue un despilfarro de plástico y de amor, aunque en realidad no tenía la menor importancia.

[Nigel Moleker Castro]

Pairo:

Que gusto ver que se las ganaste a las benditas crucetas, pucha que dieron que hacer.

Vi la calidad de los paneles donde Ignacio y Pancho y es de lujo, de verdad no creo que nadie haga algo de esa calidad en Chile por un buen tiempo todavía.

Felicitaciones por los avances

Nigel

[Hilux Surf-Vigo]

el palier no entrará mas si no giras el diferencial, bloquear manualmente el diff sirve para que la horquilla no se salga de su posición.

[houndour]

genial los avances!! si yo estuve como 4 horas peleando con las crucetas de mi D22, ni me imagino tu épica batalla con las crucetas del merkabah...

Ya lograrás que todo vuelva a funcionar.


Saludos

Camilo Rubilar R.

[pairospam]

Gracias por las palabras de ánimo que siempre son bien recibidas, pero esta cueca tiene varias patitas y parece que tras cada vuelta se inventa una nueva y parece no tener fin. Ya les contaré.

Sí, era probable que no cambiara nada, Hilux, pero cuando la cosa falla siempre es bueno probar todo y cualquier cosa. Un hueveo, pero resultó bien al final.

Saludos.


Pairoa

[pairospam]

Bueno, y siguiendo con la historia les cuento que luego de algunos días, después del terremoto, tuve tiempo de agarrar uno de los brazos de dirección y llevarlo al taller de donde trabajo. Don Víctor para variar fue de invaluable ayuda y con un poco de calor y la prensa logramos sacar el pasador viejo y reemplazarlo por el nuevo. El calentón no fue mucho, pero suficiente como para tostar la pintura. Tarea para más adelante, cuando repintara el eje completo.




En el taller me quedó finalmente claro que no iba a poder instalar el muñón sin instalar primero el pasador inferior, así es que la plataforma que arreglé para alojar la gata y que sirviera de prensa para ayudar a instalar el pasador ya no me servía; era demasiado estrecha.

Agarré los primeros fierros que encontré del largo y ancho adecuados y los soldé sin más cuidado del que requería una unión firme, sin preocuparme de la estética esta vez. Hice con ellos y con una de las hojas de paquete de resorte trasero una nueva prensa estilo pagoda oriental. El muñón cabría dentro así es que podía ejercer una buena presión para asegurarme de colocar bien, y a la primera, el pasador famoso.




Sí… quedó horrible… pero firme.

Entonces tomé el buje superior del yugo y lo empujé con el pasador viejo a pequeños martillazos hasta que entró completo. No me pregunten por qué pero esta simple maniobra me preocupaba muchísimo, Recuerden que no soy ni por asomo mecánico, que los bujes cuestan una fortuna y que no hay disponibles por aquí cerca. Me ponía nervioso arruinarlos al colocarlos, aunque siguiera el manual al pie de la letra. Una vez colocado se veía fantástico el bronce brillando sobre el gris.

Antes de insertar de nuevo el palier probé el guardapolvo de repuesto y resulta que se veía demasiado grueso, pero como era elástico imaginé que se deformaría con facilidad y no habría problema. Hmm…



Acto seguido busqué hasta que encontré el brazo “manco” de dirección que no podía encontrar. Por supuesto estaba en la primera caja rotulada “muñón de dirección y brazos”, pero eso es solo un detalle jocoso. Me lo llevé donde Don Víctor y repetí la maniobra de cambio del pasador. Como no había pintura no hubo pérdidas que lamentar y en general fue más fácil extraer el pasador viejo.



Cuidando lo mejor posible mi espalda y con el apoyo puntual de Alejandro coloqué en posición el muñón de dirección, maniobra no muy fácil, y resulta que de verdad el guardapolvo era muy grueso e impedía que entrara el palier por completo en el yugo.




Mal. Sacar el muñón, vuelta a sacar el palier, cortar el guardapolvo a la mitad, vuelve a colocar el palier, con toda la maña que había que darse para apuntarle a las estrías, y vuelta a colocar el muñón, solito esta vez.

El palier, ayudado por unos cuantos toquecitos de maza de goma, entró hasta el final y el muñón quedó correctamente posicionado. Luego, coloqué el pivote superior de la dirección y al cabo de unas pruebas y aprietes varios logré asentar la pieza y que el muñón girara con cierta facilidad, pero lejos de lo que hubiese querido o esperado. La verdad es que estaba bastante trancado, pero era muy probable que faltase colocar el pasador y el buje inferiores para poder girar suvemente según deduje y como luego me corroboró Eduardo. Era de esperar que fuese así.



Ya sentía que me estaba dando muchas vueltas con el cuento de los muñones así es que la siguiente vez que pisé el taller me cambié rápidamente de ropa y dispuse todo para instalar los pasadores inferiores. Recordarán que para sacarlos fue una pelea de varias semanas usando varias estrategias y que gracias a mi invento y al ingenio de Stefan el alemán pudimos sacarlos, pero nos costó su buen poco. Me aterraba la idea de que se trancaran a medio camino y no pudiese seguir metiéndolos ni sacarlos.

Puse los pasadores en el congelador de la casa la noche previa y los dejé en el cooler mientras armaba el mono y calentaba, lentamente y con el soplete a gas licuado, el brazo inferior derecho del yugo, tratando de no cocinar el resto de las piezas.

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Me apresuré a tomar el pasador y grande fue mi sorpresa al colocarlo con la mano y llegar casi hasta el tope sin mayor esfuerzo. Plop. Coloqué de todos modos la gata y le apliqué presión para asegurarme de estar en el fondo y evitar que se desplazara, y pude ir viendo como el hielo que se había formado en la superficie del acero se iba evaporando en la medida que el pasador absorbía el calor del yugo como una ola que bajaba por el metal. Genial.



Mientras el pasador se asentaba en su ubicación definitiva (esperemos) coloqué el buje correspondiente en el brazo de dirección inferior. Coloqué luego el retén nuevo y lo embetuné todo con grasa grafitada. Retiré la casi inútil y horrible superprensa y el pasador no dio signos de querer moverse nunca más de ahí.




Dejé que el pasador se enfriara lo suficiente como para no arruinar el retén y coloqué el brazo de dirección. Ah… en realidad el giro del muñon se hizo mucho más fácil y suave, pero siempre menos de lo que esperaba. Además, había algo que se me quedaba en el tintero y que había pasado por alto, enfocado solo en el asunto de los pasadores: el ajuste vertical del muñón.

Levanté el muñón y el juego vertical era inquietantemente amplio, más de 5 mm. Por supuesto, ya que había omitido ponerle la pieza de tope, una golilla gruesa que se asienta sobre una suerte de pastilla de acero endurecido que hace de pivote en el fondo del brazo de dirección. La pieza, marcada con el número 35 en la figura, no venía en el juego de reparación, y para variar se me había escapado. Hmm…




Desinflado todo el contexto, lo que hice fue reirme un poco de mi habitual torpeza y colocar el buje de bronce superior del otro lado del yugo. Me olvidé de la idea de colocar el pasador del otro lado para tenerlo así fácilmente a mano en caso de necesitar tomar medidas para mandar fabricar las piezas si es que no las encontraba en el mercado local, ordené, me cambié y me fui a casa.



Volví a la carga con ánimos renovados la tarde siguiente a enfrentar otro problema con el que me había topado unos días antes. El brazo de dirección inferior del lado izquierdo había sufrido los efectos del óxido y al retirar los restos de lo que fue alguna vez un buje y lijar suavemente el alojamiento se vio que el buje nuevo entraba y salía sin mayor problema con solo la fuerza de un dedo. Mala cosa para un buje que debe permanecer fijo y sólido siempre.



Luego de discutir con varias personas la mejor forma de hacerlo decidí “ruletear” el buje a mano usando un puntero hecho con una válvula y crear rugosidad para que se asentara firmemente en el holgado alojamiento. Me dio lata buscar a alguien con el torno particular que tuviera el aditamento para hacer tal tarea. Al final y el buje entró más ajustado que el buje del lado opuesto y para asegurarme lo embetuné con trabapernos, por lo que pudiese valer. Estuve a punto de darle un baño de estaño exterior adicional para hacerlo más firme, pero lo juzgué una exageración. Quedó realmente firme.

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Extraje el palier izquierdo, le coloqué el guardapolvo previamente jibarizado y lo volví a meter en el yugo, no sin algo de dificultad, también hasta el fondo y a punta de mazasos. Bien. Luego coloqué el muñón, sin dificultad esta vez, y coloqué el brazo de dirección superior. Y eso fue todo. Hasta ahí no más podía llegar por mientras.




Me di una vuelta el domingo por el taller, en una de esas mañanas que no tienes nada que hacer pero te da por inventarte algo y salir de la casa temprano, y traté de avanzar en el armado de las mazas delanteras. Medí y dibujé la pieza que necesitaba eventualmente tornear y cementar y me pasé a ver qué más podía armar.



Bajo una capa no despreciable de polvo descansaban hacía tiempo ambas mazas. Desempolvé con el mayor cuidado posible los fierros y retiré la película de plástico que los cubría para descubrir que en realidad no estaban tan limpios como creía haberlos guardado. Luego de una nueva limpieza me dispuse a sacar los retenes viejos y cambiarlos por los nuevos de paquete que aguardaban hacía tiempo por esta gran oportunidad. Pero no eran los correctos; eran más pequeños. Plop y replop. Cresta… de nuevo plop. Lo malo es que los había comprado, por catálogo, hacía más de dos años.




Los retenes se fueron de vuelta a la caja y busqué las otras piezas de la maza, envueltas en un amasijo de plástico y mugre. Para la identificación inequívoca hice la prueba clásica por confrontación con las fotos de la época del desarme. No debía equivocar el lado, no señor. No podría equivocar el lado… o sï?




Desgraciadamente la arandela dentada estaba deformada e inservible, no importa cuanto me esmerase en enderezarla. Otra pieza más para conseguir antes de armar.



Partí a recolectar otras piezas y rescaté desde unas cajas los porta-balatas o calaveras. Esas sí que podían colocarse sin problemas y había que hacerlo antes de poner las mazas así es que aperné una de ellas al muñón. Bien, pero antes de terminar de apretar el último perno me fijé en las pistas de los retenes de aceite, cubiertas hasta ahora por plástico y cinta de enmascarar. Horror… estaban terriblemente marcadas y oxidadas.