Después de eso nos pasamos un buen tiempo preparando la cabina a punta de lija mientras le dábamos tiempo a la mañana para que el ambiente se templara un poco más. No fue para nada entretenido arruinar la terminación de la pintura que había quedado muy bien la primera vez con la lija #400, pero Edie tenía la experiencia de su lado y según él la laca no se iba a pegar en la pintura ya seca y dura. En fin.
El pintor ecuatoriano estaba muy confiado y yo lo apañé. Él pintó el techo y yo pinté los costados. Seguí sus indicaciones lo más precisamente posible pero la experiencia es lo más importante en estos casos así que igual tuve un par de goteos. Cresta… me sentí realmente mal. También Edie tuvo un par de goteos, pero en el techo no se iban a ver mucho. Dejamos la cámara de pintura con una sensación más bien triste que nos duró su buen par de horas. Las segundas partes nunca fueron buenas.
Como había tiempo aún para seguir trabajando Edie se puso a preparar otras piezas y yo me quedé a terminar de limpiar y enderezar la parrilla frontal y le rocié washprimer para evitar que se volviera a oxidar. Luego hice un poco de orden y me fui.
Después de la obligada corrida matutina dominical con los perros, Carmen y yo nos dedicamos a poner piedra laja donde alguna vez hubo un verde y precioso césped. Es fácil imaginar lo que ocho perros transitando todo el día pueden hacerle al pasto, y con las recientes lluvias ya no había nada más que barro, el que, invariablemente, terminaba en el piso del living y en las cubiertas de nuestra cama.
Trabajamos hasta que no hubo luz y el frío nos obligó a refugiarnos dentro de la casa. La espalda aguantó bastante bien el esfuerzo, fue bueno cambiar la rutina y el resultado fue satisfactorio. Las manos y los antebrazos quedaron adoloridos unos buenos días, eso sí.
La semana que siguió también fue muy ocupada y no pude trabajar en el camión, ni hablar de pintar nada. En el taller había más trabajos de pintura así que el carrito de la cabina fue puesto a prueba sobre el pavimento muy disparejo del taller. Afortunadamente me había esmerado al fabricarlo y no hubo problemas al trasladar la cabina de un lado a otro como si de una planta BMW se tratase. Bueno… quizás no tanto así.
