Apenas pude la llevé al taller y desarmé la ignición completa. Chequeé todos los componentes pero todos estaban dentro de los rangos especificados. Cambié bujías, que estaban buenas, por cierto, pero no hubo mayores variaciones. Alejandro dio una vuelta y llegó a preguntarme algo y, como jugando, tocó el ventilador del radiador y descubrimos que estaba suelto. Por qué se acercó y tocó la cosa, si sabe que como a todo maniático me carga que toquen mi moto? Siempre las cosas pasan por algo, y gracias a él pude apretar el ventilador y así prevenir un desastre mayor, aunque tuve que desarmar el resto de la moto para alcanzar la bendita tuerca. Rearmé y eché a andar la moto, pero el problema, aunque menor, persistía. Hmm…
Cuando ya la moto estaba rearmada y probada, sí… ya era tarde. Cerré y me mandé cambiar.
Siguiendo con el cuento eléctrico, quería conectar el winch delantero y dejarlo listo para su uso, pero el cable que venía con el juego era muy corto. Siguiendo el consejo de Eduardo agarré varios metros de cable de aplicaciones médicas e hice uno de dos que daban el área del original y reemplacé el cable completo en vez de hacerle un agregado. Luego de algunas horas la instalación estaba completa y no se diría que había sido tocada.
Naturalmente, había un winch trasero que esperaba su turno de ser instalado, así que tuve que preparar otro cable doble, varios metros más largo, incluídos el corrugado y el enhuinchado completo. Al final estaba convertido en un profesional del enhuinchado pero vi en Youtube cómo lo hacían los obreros de una fábrica china y me sentí humilde de nuevo.
Sábado, para variar. Esperaba a que Edie continuara trabajando en las puertas, pero dijo que ya estaba bien y que las dejásemos tal cual hasta que las tuviésemos que terminar justo antes de colocarlas y pintarlas, y que ya era hora de trabajar en la cabina. Bien! Ocupamos unos cuantos minutos vaciando la cabina de una infinidad de basura, cajas, pedazos de quien sabe qué que lentamente habían estado llenándola en el tiempo. En el piso había una capa de polvo densa y gruesa que requirió de escobillón y luego de sopleteado a presión. Edie también estaba contento, probablemente hasta la tusa de brutear con las famosas puertas.
Todavía quedaba un buen lote de pernos, remaches, tuercas, pequeños soportes, tapas de plástico y otras minucias por remover. Edie conoce su pega así que compartió algunos truquitos para desarmar la cabina. Como ejemplo, la guantera central bloqueaba la salida del tapizado delantero y no la había podido sacar por no tener acceso a los pernos por delante. Le hice cuatro hoyos al fondo y los alcancé con el destornillador. Estaba listo para sacrificar la guantera pero este sencillo consejo la salvó, aunque no me fuese a servir para nada después.
