[Curricon]

decían “Bom día” y de paso te daban un tremendo palo de recibimiento por el
precio de estadía que se cobraba en reales, sin internet y sin agua potable, pero
frente a la playa…. ¡¡pero igualmente había espacio en la costanera para alojarnos¡¡.
Al ser fin de semana y con la ventaja que Carlos es socio del Automovil Club de
España y nos daban descuentos, decidimos quedarnos unas noches, así podríamos
lavar ropa… la lluvia nos acompañó por dos días y la ropa quedó ¡¡mas mojada y
hedionda que antes¡¡… es, nuevamente en estos casos, donde me recuerdo de mi
amigo Edgard…¡¡como en casa o mejor que en casa¡¡… jajjajaa.

Al tener la ropa muy mojada, tuvimos que armar campamento al interior de la
casa, tiramos una cuerda entre las escotillas y en ellas colgamos como pudimos la
ropa intentando que todo alcanzara pero sin romper las escotillas. El sol no salió
ni un poco y la hediondez y humedad en nuestra casas estaban en su punto
máximo por lo cual necesitábamos una lavandería urgente… ¡¡sino pareceríamos
queso azul¡¡.

El camino era sinuoso y estrecho, la mata atlántica se veía en su plenitud, no tenía
accesos ni siquiera para detenerse, el área de playa lleno de condominios privados,
con guardias de seguridad que no nos dejaban pasar, buscando llegamos a una
ciudad llamada Boicucanga… ¡¡la única con acceso a estacionar¡¡… allí paramos y
veo una pastelería, me voy a comprar… eran tan buenos los pasteles que Karen fue
por la revancha…. Allí aprovechó de preguntar por la lavandería y el dueño del
restaurante nos ofreció llevarnos porque sería complicado llegar. Al día siguiente
solucionamos el tema de la ropa y en agradecimiento nos castigamos con un plato
de “tallarín praiano” (con frutos del mar) y “Picanha”. La noche anterior,
estábamos conversando con Carlos y unos colegas camioneros se colocaron a
comer su colación en la costanera, con mucha nobleza y humildad nos ofrecen
comida de su plato (incluso antes de que ellos comieran), les agradecimos
enormemente el gesto, cuando se dispusieron a salir, el camión (que era muy
antiguo) se quedó enterrado. Junto a Karen decidimos ayudarlos, aseguramos todo
y los sacamos tirando con eslingas desde la arena.

Con las fuerzas repuestas, abastecido de exquisitos pasteles seguimos rumbo hacia
Paraty, recorrimos 900 kms que ¡¡sin duda valieron la pena por ver los extensos
kilómetros de mata atlánntica en conservación¡¡. El punto marcado por Maps.me
era el único camping que recibía motorhomes, como la noche nos alcanzaba,
fuimos a negociar y revisar si era posible entrar. La sorpresa fue, que al interior
del campings estaba lleno de diversas casa rodantes, especialmente americanas,
era una verdadera ciudad itinerante, pero quedaba trecho para dos casas.

Una vez estacionados, nos deleitamos con una manada de monos, quienes nos
recibían con ojos de asombro y curiosidad… incluso pudimos ver a la mama mono
cargando su bella cría. La lluvia nos alcanzaba y decidimos salir a recorrer
igualmente Paraty. Las expectativas eran pocas, en realidad no habíamos leído
sobre el lugar, pero al comenzar a recorrer sus calles parecíamos estar en una
pequeña Venecia, con barcos recorriendo el río. Las calles con grandes bloques de
piedra, se hacían difíciles de recorrer al estar mojadas, pero la hacía mas bella,
¡¡mas colonial y antigua¡¡. Cada tienda, cada restaurant estaba bien decorado,
preservando los aires del pasado, la iglesia nos regalaba campanazos que