Alternando entre distintas tareas incompletas, dependiendo del tiempo disponible y de la onda reinante, seguí también con el enrutado de los distintos circuitos de tecalan. Debé de comprar varios metros más porque me quedé algo corto con los cálculos pero en general la estimación no estuvo muy errada.
Durante los sábados Edie trabajaba en la cabina hasta que ambos estábamos satisfechos con el resultado y yo mientras me dedicaba a otros varios aspectos del proyecto. Empezaba a ponerse muy poblado el espacio con todo ese tecalan y los cables cruzando y ocupando cada rendija y cada agujero. Usé metros y metros de alambre de amarrar plantas para fijar momentáneamente tubos y cables, pero en realidad lo único que deseaba era poner abrazaderas, apretar todo, arrancar el motor y perderme a la distancia en alguna duna. Como fuere, hice todo según podía a un ritmo más bien cansino.
En algún momento Edie dijo que ya estaba listo con el techo y lo roció con washprimer por última vez. No podía creerlo. Hizo un trabajo de lujo pero solo luego de un par de manos de imprimante se vería si era tan bueno o no.
Esa semana, si mal no recuerdo, fue difícil hallar el tiempo para trabajar en el proyecto debido a la carga de trabajo en mi pega así que me dediqué, cuando pude, a buscar información acerca de otros tópicos relacionados con la Merkabah, como electricidad y electrónica. Aproveché los escasos momentos libres para pintar a mano los lugares donde faltaba imprimante y pintura de terminación. Resultó una forma fácil y rápida de hacerlo en vez de cubrir y pintar con la pistola. Muchos defectos de golpes y saltaduras quedaron cubiertos y eso me hizo feliz.
Otro sábado llegó y Edie le echó imprimante al techo, haciendo evidentes muchos pequeños defectos del trabajo de enmasillado. Pero… para eso es el imprimante también. Las líneas de las canaletas tampoco estaban muy derechas así que tuvo pega para rato rematando detalles aquí y allá.
