Una vez saqué la caja, el túnel de motor, abollado y herido, quedó solo, mostrando todo su dolor sin distractores. Saqué la palanca de cambio y confirmé sin embargo que la base no estaba fracturada sino solamente curvada. Sería necesario usar el porta-power según Edi. Yo solo quería llorar.
Y, finalmente, Edison terminó de preparar e imprimir los tapabarros. Hizo un muy buen trabajo y las piezas lucían como nuevas. Se acuerdan cómo estaban cuando compré el camión? Lo logró tan solo un par de días antes de partir a su natal Ecuador.
Le pedí que limpiara y preparara el resto de las piezas, unas latas pequeñas que van el el aspecto interior delantero de los tapabarros a ambos lados, pero no pudimos encontrar la del lado izquierdo. Consulté el banco de fotos y, efectivamente, faltaba desde el inicio de los tiempos. Hmmm… había que ver cómo hacer, y pronto.
Como aún quedaba algo de tiempo para trabajar en esa calurosa tarde de sábado, saqué el asiento del conductor. Más pesado y difícil de manejar, igual no le ganó a Pairoa y, sin dolor ni pena, quedó puesto en el suelo junto a todas las piezas de su propia suspensión, rotas quién sabe desde hacía cuántos siglos atrás.
Antes de partir hice un par de fotos de la cabina en su avanzado estado de empelotamiento. Yo estaba muy feliz, aunque la cabina no lo parecía tanto.
Al día siguiente hice una prueba de manejo en el Montero con mejores resultados para mi columna. Fuimos a dar una vuelta con Carmen y los perros al campo, después de varias semanas. Pasé por el corral a buscar el tapabarros de Repuesto para tener material para fabricar el pequeño guardafangos interno que faltaba y, adivinen qué encontré… sí, el mismo pedazo de lata, esperando aquel preciso instante desde hacía casi tres años. El Jefe los oye, incluso en los pequeños detalles, no lo olviden.
Al lunes siguiente llegué al taller por la tarde llevando la pieza conmigo. Estaba muy feliz con ese pequeño detalle, no sé por qué, pero feliz.
Me puse el overall y monté en la cabina de nuevo. Saqué el resto de los tapetes del piso y del túnel del motor y limpié todo. No mucho óxido. Bien.
Entonces me fijé en las lunetas traseras, sin saber muy bien cómo sacarlas. Le di un pequeño empujón a una y el perfil de goma se desprendió fácilmente. La primera de las lunetas se demoró cinco minutos en salir; la segunda menos de dos. Perfecto.
