Acto seguido me dirigí al rincón donde descansaban de pie los palieres, envueltos también en plástico y en polvo de los siglos. De a uno los desenvolví, los limpié y los puse en su lugar al interior de los yugos. Pasé susto cuando me costó poner un par de ellos al no apuntarle a la primera a los engranajes, pero luego de un pequeño receso y un té entraron sin mayor dificultad, gracias también al Jefe.
Al día siguiente estaba de nuevo solo en el taller, aprovechando las primeras luces del sábado. El turno les había llegado a los cubos reductores, pero el o’ring de sello fue lo primero que puse ya que seguro se me iba a olvidar después. Luego limpié el interior del cubo, por enésima vez, y saqué la cinta de enmascarar que dejó bastantes residuos que hubo que limpiar a su vez, y solo entonces, después de poner bastante grasa grafitada en el surco del o’ring, lo coloqué esperando que los muslos y la espalda aguantaran el esfuerzo.
Afortunadamente lo hicieron pero descubrí a la fuerza que el cubo tenía una sola posición respecto de la maza y que los pernos no coincidirían si no respetaba esta posición. Hmm…