Y ya era sábado de nuevo. Edie y yo terminamos de desarmar completamente la puerta del piloto y le ayudé a desabollar parcialmente la parte frontal y lateral de la misma. La bajamos y la apernamos a la cabina para probarla y encontramos con que topaba el pilar con la lata al abrirla. El conflicto era porque el pilar estaba doblado, seguramente luego del choque que destrozó el frontal izquierdo. Edie no estaba muy contento porque no era fácil corregir el defecto, algo de como 12 mm en la peor parte. Eduardo apareció por el taller y se unió a la discusión y dijo que la mejor manera de arreglar el cuento era comprar un Porta-Power hidráulico y aplicar las fuerzas de aquí para allá para enderezar el pilar.
Yo escuché atentamente a los dos expertos en sus respectivos campos, luego fui a escarbar un poco por ahí cerca hasta encontrar los pedazos de fierro que andaba buscando, y entonces: el Porta-Power de Pairoa!!!!!
Veinte minutos y una serie de clangs y clings después, el borde del pilar y el borde de la puerta describían una casi perfecta curva paralela a 8 mm uno del otro desde el techo al borde inferior de la cabina. Edie se moría de la risa con mi particular manera de hacer las cosas.
Volvimos a subir la puerta y Edie continuó con su trabajo, inspeccionando con detalle los avances. Había varias grietas menores que requerían de solución así que apliqué un poco de soldadura MIG y luego, cuidadosamente, esmerilé. Edie terminó usando lija fina y luego masilla y así el asunto quedó sanjado.
Tuve que esperar a que terminara de lijar para poder relpintar los tanques de aire de 40 litros. Les di varias manos adicionales sin preocuparme mucho de las posibles goteras, y en efecto hubo algunas.
Al día siguiente retomé las corridas matutinas y mi espalda no protestó. Cuando salí estaba bajo cero pero se puso muy agradable luego de que el cuerpo se calentara. Pueden ver a Chico y a Zulú, acompañándome en el camino solitario. La mañana estaba fría pero magnífica y clara.
