La calurosa y lenta remoción de la pintura continuó, y encontré que el trabajo de enmasillado de reparación de la gran abolladura izquierda era más grande de lo que podía apreciar previamente, así que la dejé tranquila hasta que fuera capaz de hacer mi propia reparación. Los pilares y los bordes de la cabina también estaban llenos de salpicaduras de óxido que requerían limpieza profunda. Nada muy dramático, sin embargo.
Empecé a sacar la pintura de la parte frontal derecha de la cabina y se veía bastante bien, hasta que encontré que también tenía un abollón que había sido reparado a la buena masilla. Me cargaba la idea de hacerlo todo de nuevo, pero alguien tenía que hacerlo.
El sábado por la mañana tomé prestado el generador de Eduardo y partí a hacerle una visita a la cabina de Repuesto. Hacía realmente mucho calor; 41° Celcius a la sombra. El corral había sido atiborrado de leña de los viejos duraznos de los huertos y había por todos lados hierba alta y seca, la receta perfecta para un desastre al trabajar con el esmeril angular.
Limpié el área donde iba a trabajar y empecé a tratar de amputar el trozo de metal que necesitaba para reparar la Merkabah. Hubo tres fuegos que se iniciaron hasta a cuatro metros de donde yo estaba trabajando, incluso en contra del viento. Nunca subestimen el poder de una pequeña chispa. Me aseguré de apagar todos los focos antes de seguir y hasta que el trozo de chapa estuvo fuera.
Aproveché de sacar todas las tapitas plásticas y todos los pernitos y tornillos que aún quedaban en la cabina de Repuesto para usarlos en la Merkabah si se requerían. También saqué las tuberías del líquido de frenos porque estaban en mejores condiciones.
Esperé media hora bajo el sol abrasador antes de irme, para asegurarme de que no quedase ninguna llama oculta esperando mi partida para declararse franca catástrofe incendiaria, y luego me volví al taller.
Al revisar el injerto, éste aparecía en muy mal estado, pero luego de algunas horas de limpieza, desabolladura, corte y redimensionamiento, el metal lucía bastante mejor y se acoplaba perfectamente al defecto de la cabina de la Merkabah. Suficiente para un sábado.