Aplanamos calles, para variar, y desde el piazzale Michelangelo nos fuimos a visitar los suburbios donde se ubicaba el departamento que arrendaba yo por esos años. Los dueños estaban retirados y sus hijos seguían en sus respectivos oficios y lugares, y al día siguiente nos obsequiaron una deliciosa cena y una tarde de buenos recuerdos y cháchara. El tiempo parecía no haber pasado.
De Florencia a Siena solo hay una hora. A todo aquel que vaya a Italia le recomiendo visitar esta ciudad medieval que tiene para mí un encanto especial, siempre que se pueda hacer caso omiso de sus habitantes, pesados como ellos solos. La plaza central, o Piazza del Campo es el lugar donde se realiza un par de veces al año una carrera loca de a caballo, al pelo, una tradición de casi mil años. Bonito el pueblito y sus mil iglesias.
A Pisa los pasajes. De Pisa solo cabe notar la extensión donde se ubican la catedral, el battistero (bautizador?) y la famosa torre, que de verdad está inclinada. Decenas de turistas posaban en la clásica parada aparentando que sostenían la torre. Lateros. Era tarde y no se podía subir; nunca he podido subir.