Lo siguiente fue terminar de preparar y limpiar todo y poner un par de puntos de soldadura de fijación para ventualmente soldar a una temperatura apropiada ya que estaba haciendo muchísimo frío en ese momento. Lo más increíble de todo era que para fabricar esas cuatro piezas todas cagonas me demoré más de una semana. A ese ritmo con suerte terminaría la Merkabah en la primavera del 2034. Algo tenía que hacer al respecto, y francamente aún no sé qué.
Estaba perdido en esta lúgubre reflexión cuando llegó otro paquetito de Santiago con repuestos. Era el juego de reparación del eje delantero; algunas de las piezas, no todas las que se requerían, pero era mejor que nada. Costaron una pequeña fortuna, esas cositas, y eso que ni siquiera eran las originales.
Sábado por la mañana, de nuevo. Las semanas volaban más rápido de lo que yo podía correr para darme cuenta. Bajo temperaturas casi en cero grados trabajé en el motor de la moto. Había sido más difícil de los que había pensado rearmar el V2 japonés bendito. Avancé un buen poco solito, luego Eduardo se me unió después de almuerzo y trabajamos hasta entrada la tarde. Stefan también pasó y nos dio una mano y terminamos con la caja, los cilindros y las culatas listos y armados.
Esa tarde, bien tarde, Petra y Stefan se nos unieron y nos fuimos a Los Andes a cenar juntos por última vez. Pronto partirían a Mendoza aunque necesitaban que se abriera el paso luego de la tormenta de nieve recién pasada. Nos quedamos hasta que cerraron el restaurant, pasada la medianoche. Fue una buena cena.
El domingo fue un día muy flojo y ni se me pasó por la cabeza ir al taller, no importaba si no había habido avances significativos en las semanas previas.
Al lunes siguiente me las arreglé para salir temprano del trabajo y alcancé a pillar a los alemanes que estaban urgidos por alcanzar la frontera, aún si sabían que estaba cerrada. Volé en la BMW hasta la gasolinera de la salida de San Felipe donde me esperaron para darme el último abrazo; ya habían pasado a despedirse al taller de Carmen y de Eduardo. Los trotamundos seguían su camino. Fue realmente un placer tenerlos por aquí.
Más tarde nos harían saber que pasaron la noche frente a la barrera de la aduana y que fueron de los primeros en pasar a la mañana siguiente a Argentina, Salieron hasta en las noticias locales. El pasó se cerró de nuevo esa misma tarde.
Alcancé a almorzar con Carmen pero tenía un montón de trabajo así es que me dediqué el resto del día a llevar pan a mi mesa. No hubo tiempo para camiones ni motos.
Recién el miércoles pude volver a ponerme el overall azul y terminar con los benditos calces superiores de los paquetes de resortes delanteros. Hacía frío para variar así es que calenté bien el acero con soplete primero, pero mis habilidades con la soldadura al arco habían vuelto a cero de nuevo según yo. Chaleco examinó la pega y me dijo que era demasiado exigente conmigo mismo, que la soldadura estaba bastante bien. Hmm…