Aquí vamos de nuevo.
Los suizos habían planeado partir al día siguiente, pero Christian invitó el almuerzo. Él es un cocinero profesional, así que podrán imaginar lo delicioso del cuz-cuz, de las ensaladas y de la carne que nos preparó. El almuerzo y la tertulia se prolongaron hasta tarde, así que Kurt y Elizabeth decidieron que sería mejor partir temprano la mañana después. Y así lo hicieron, camino al norte, a La Serena y de ahí a Argentina.
En el taller reanudé el trabajo en el camión y traté, sin suerte, de remover el soporte del amortiguador del paquete de resortes de Repuesto. Óxido odioso! Después de porfiar con el combo y con una palanca enorme lo dejé todo embadurnado y chorreando de sueltapernos y me fui a tomar aire y una taza de té.
Afortunadamente los pasadores y los bujes de las manos delanteras no dieron gran pelea y salieron sin tanto sudor. Cada movimiento, sin embargo, consumió un buen poco de tiempo, como siempre, y luego de hacer un montón de esfuerzos y maniobras parecía que nada hubiese cambiado. Bastante frustrante la cosa, pero había sido así desde los inicios del proyecto.
Fui al taller de Guillermo Resortes a buscar las hojas que ya estaban listas y hasta pintadas, y me regaló incluso los seis pernos bloqueadores. El soporte del amortiguador requería de unos cuantos retoques pero, todo sumado, no estaba para nada mal. La cosa iba agarrando cuerpo lenta pero consistentemente.
A continuación una pobre caja de cartón fue la donante de material para modelar el arreglo que requería para poner los pulmones de suspensión. La base circular debía de ser removible para permitir colocar y sacar las abrazaderas de los paquetes así que habría que poner una pieza intermedia soldada a la base.
Como siempre, el nunca bien ponderado Repuesto fue la fuente de acero para las piezas de verdad. Después de unas cuantas chispas y un montón de ruido las piezas quedaron listas para los retoques y la soldadura.