Hola a todos:
Algunas pocas novedades con el proyecto en estos últimos días.
De vuelta en el taller hice un par de intentos de soltar la maza del cubo pero sin mayor recompensa. Agarré entonces el combo y le di a los pernos de rueda hasta que salieron, arrastrando el óxido y la mugre que unía porfiadamente las piezas. Tendría que reemplazarlos todos después de tanto machuque pero no tenía otra opción dadas las circunstancias.
Una vez fuera el cubo solo fue cosa de sacar el engranaje con el dentado interior, sin quedar embetunado entero y sin romper la golilla dentada de seguridad, y el muñón quedó al descubierto. Bien.
Eduardo, mi cuñado/hermano/guía, me ayudó con los golpes precisos para soltar el terminal de dirección de la barra y ya era hora de ir a casa, de nuevo. Como soy porfiado, intenté soltar yo el terminal que une el brazo de dirección a la caja, pero por más que le di y le di no hubo caso y no se soltó. El que sabe… sabe.
Al día siguiente, el taller recibió unas visitas inesperadas mientras yo estaba en el trabajo; unos inspectores de la SEREMI de Salud cayeron de sorpresa a fiscalizar cómo estaba funcionando el taller, fundamentalmente en lo que respecta a la seguridad de las personas, y el rincón de trabajo de la Merkabah no resultó muy bien evaluado. Se resaltaron cosas básicas con las que yo me había acostumbrado a convivir pero que no eran muy recomendables, como por ejemplo el hecho de que el corredor al costado del camión estuviese atiborrado de piezas y partes y no quedara espacio para circular holgadamente y que no hubiese, por ejemplo, adonde escaparse si en la maniobra de cambiar una rueda ésta se le viniese encima a uno. No les gustó que la cabina estuviese afirmada con una cuerda de una viga del segundo piso y con un pedazo de tubo improvisado. Tampoco aprobaron el arenado, aunque pusiera una “cámara” plástica. En fin, cosas absolutamente evidentes y concretas y con las que, en realidad, estoy plenamente de acuerdo. Se hicieron observaciones también en el resto del taller y en un gesto grandioso los inspectores dieron un plazo de un mes para corregir los detalles y luego, si no se lo hacía, pasarían una infracción con una multa bastante pesada.
Ante estas noticias nos pusimos a pensar qué hacer con Eduardo y decidimos que la Merkabah tendría que irse a otro lugar donde se pudiera trabajar más libremente, con la posibilidad de hacer una cámara más sólida y hermética para arenar y eventualmente pintar. El problema era que ya había desarmado los cubos y las mazas delanteras y no los armaría hasta tener los repuestos y reparaciones necesaria listas. Ya teníamos elegido el lugar pero había que acelerar el proceso de restauración, y ese sí que era un problema. Pensamos también en un plan B y en un plan C, por si acaso.
Esa tarde entonces, me dediqué sin pausa a desarmar el muñón del lado del chofer, aunque primero agarré a combazos los terminales de dirección hasta que los solté. Ja.
El brazo de dirección inferior dejaba ver perfectamente el estado de descuido permanente al que había sido expuesto quizá por cuanto tiempo y, luego de unas cuantas maniobras, el horror fue mayor al ver cómo se encontraba el interior, por el que alguna vez, probablemente en la fábrica en Tüttingen, había pasado un poco de aceite lubricante. Esa especie de moneda de al lado salió de adentro pero no me aparece en el catálogo. Quizás era lo que quedó del tapón del pivote inferior del muñón, el que a su vez mostraba también su olvidada y oxidada desnudez.
La verdad es que todo tenía una apariencia lamentable, y la homocinética no era la excepción, con una mierdecilla dura rabiosamente pegada a la carcaza y a las crucetas. Para qué hablar de las crucetas mismas, si ya se imaginarán que las cuatro estaban pidiendo perdón hacía tiempo y el cambio era justo y necesario.